jueves, 1 de noviembre de 2007

Una historia conmovedora



Hace cinco años, Gustavo Slapka, decidió que quería ser el Negro Rada. Luego de investigar mucho, descubrió que aunque hubiese sacado todas las líneas de cada disco del artista que tanto admiraba, jamás lograría el sonido firme y groovero que emanaba constantemente de las congas y la voz de Rada. El obstáculo principal era que Gustavo era descendiente de ucranianos, que a su vez eran descendientes de polacos, que a su vez descendían del una tribu de albinos muy extraña y ya extinta. Como Gustavo era un imbécil, creyó que su falta de onda provenía de su clara tez, que se asemejaba a la harina que venía adentro de esos muñecos hechos con bombuchas que siempre explotaban y que, como costaban dos mangos en el tren, siempre los volvías a comprar.

La cuestión es que Gustavo decidió comerse catorce cajas de "Choco Krispis", pensando que si habían podido convertir a un elefante en el clon de Kenan, no iba a ser difícil convertirse en el Negro Rada, para finalmente poder hacer una banda tributo y tocar de telonero de Mauro en el tren desde Lomas hasta Avellaneda.

Los resultados saltan a la vista. Gustavo está feliz y gana 15 pesos por semana. Mañana se gasta lo que ahorró en un mes para ir a ver al Negro Rada que refrita la obra del superhéroe.